Standstill + Renochild. 18 Junio, Sala Sol.

Me resulta imposible comenzar la reseña del concierto de Standstill celebrado en la sala El Sol sin apelar a otra cosa que no sea la indignación profunda que sentí. Indignación por un público infame, de postín y sin sangre en las venas, incapaz de mostrar la más mínima muestra de comunión con las dosis de entrega, pasión e integridad que transmitió la banda desde el escenario. Salvo dos o tres islotes aislados la horda de zombies de diseño con flequillo y gafas de pasta se mantuvo impasible ante el terremoto de visceralidad que nos acuciaba y que nos despellejó todas y cada una de las llagas que la discografía de los catalanes nos han abierto a fuego. Dicho esto y con la bilis aún fluyendo, pasaré a describir la extraordinaria vivencia musical disfrutada el pasado viernes en Madrid.

Los sevillanos Renochild ejercieron de teloneros y gozaron imprevisiblemente de un público mucho más atento y entregado que el que merecieron los auténticos protagonistas de la velada. De hecho, la sala presentaba ya un lleno absoluto cuando comenzó su show. Mostraron buenas formas y seriedad sobre las tablas con un cancionero que se ubica en una hipotética tierra media entre los primerizos Radiohead y los actuales Coldplay.

Un aperitivo que, sinceramente, nos supo a poco habida cuenta de lo que se nos venía encima. Seamos claros, no estamos hablando de los Stooges del Fun House, de los Pearl Jam de los primeros 90's o de viejas leyendas del hardcore como Minor Threat: simplemente hablamos de una banda que lleva años construyendo una carrera coherente y envidiable, un auténtico orgullo para la escena nacional. Reconozco que temía cómo iban a adaptarse al directo los temas de su último disco homónimo conviviendo con los de anteriores trabajos mucho más violentos y además cantados en inglés. Iluso de mí, poco tiempo tardé en darme cuenta que esa diferencia es inexistente, los temas fluyen con naturalidad y se engarzan sin ningún problema con los antiguos.

El show arrancó con el desalentador mensaje de Feliz en tu Día y se centró desde ese instante en su última obra: la colección de cortes de Standstill (04) como era previsible, ganan contundencia enormemente en directo y sonaron mucho menos difuminados y distantes que en el plástico, desde la frustración impotente y resignada de Poema Nº 3, uno de los instantes álgidos de la noche, pasando por la planeadora evocación de Cuando y llegando a la explosión sonora que supuso el cierre de Un Gran Final.

Acudieron puntualmente a Memories Collector (02) -pero de qué manera- con los cuatro momentos más emblemáticos de la que es su obra maestra: Ride Down the Slope, Always Late, Mathusalem Syndrome y especialmente el apocalíptico Memories Collector, nos hicieron revivir aquellos recuerdos que nos acompañaron en las íntimas escuchas, siempre tan dolorosas, de ese tratado definitivo acerca del rosario de pérdidas que vamos acumulando a lo largo de nuestra existencia.

No faltó una concesión a los fans de toda la vida rememorando la ultra-violencia cruda y referencial del glorioso The Ionic Spell (01). Bromeando Enric la dedicó a "los Heavys de la sala" alentando por última vez a que los congregados moviesen algo más que la boca para charlar y los párpados para no dormirse "que a eso hemos venido, ¿no?", preguntaba escéptico el entregado vocalista. Fue un bis catártico que consiguió por fin despertar a parte de una audiencia fiel cansada ya de apretar la mandíbula ante la horchata fluyendo por las arterias de tanto despistado allí congregado. Words y un broche que nos llevó al paroxismo con Two Minutes Song nos dejó ya auténticamente fulminados y satisfechos de comprobar que pese a la incertidumbre desatada por Standstill con su último disco, tenemos una banda honesta, integra y que se vacía pese a contar con un público tan desagradecido como el que nos tocó vivir a algunos y especialmente a ellos.

Y aunque quede muy lejos de las ínfulas artys a las que aspiran cientos de críticas y pueda parecer rancia la denominación, es necesario terminar diciendo lo que supuso la actuación de la sala El Sol: una demostración de rock con pelotas.

 

Texto: Raúl del Olmo
Foto: Ricardo Gil (Festimad)